La persona del paciente y de sus allegados
son el centro de nuestra intervención. Ellos son los
protagonistas de esta historia final. Más que una intervención
individualizada se busca que la persona participe activamente en su
proceso de atención, cuyo objetivo final es siempre el apoyo para
el desarrollo de sus deseos de vida (aún cuando estemos hablando
del final de la misma). Para ello, conocer su biografía,
preferencias y deseos e identificar las capacidades personales,
incluso cuando se trate de casos con importante deterioro, y, desde
ellas, ofrecer apoyos (incluida la autodeterminación indirecta
cuando son otros quienes asumen la representación de las personas
no competentes en la toma de decisiones) relacionados con su propio
plan de vida. Es decir, se pone en el centro de la intervención a
la persona y la garantía de sus derechos, frente a la primacía de
otros intereses legítimos como son los de la organización o los de
los profesionales, pero que en ocasiones colocan en un segundo
término a las personas con las que trabajamos.